lunes, 26 de mayo de 2008

Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas

Otro clásico pendiente que, en este caso, me ha decepcionado un poco. Cuesta admitirlo cuando se trata de una obra tan alabada, pero esa ha sido mi impresión. Quizá el problema fuera la traducción (de Sergio Pitol), pero durante toda la lectura no he sabido ante qué tipo de escritor me encontraba. No he reconocido ni el castellano de principios del siglo XX ni tampoco el actual, ni mucho menos (ya sería difícil con mi escaso dominio del inglés) el inglés de la época. Por eso, cada vez soy más reacio a leer traducciones aunque, en ocasiones, no me quede otro remedio.
Algunas reflexiones interesantes, personajes muy atractivos, pero el ritmo narrativo se me ha hecho algo pesado.

viernes, 16 de mayo de 2008

Palacio quemado, de Edmundo Paz Soldán

Palacio quemado, de Edmundo Paz Soldán (Alfaguara, 2007). No conocía a este joven escritor boliviano. Se trata de una novela que se desarrolla durante los acontecimientos que sufrió este país en 2003. Sus páginas me han recordado otras novelas sobre dictadores de América latina (desde la más reciente Fiesta del Chivo hasta la clásica El señor presidente) y eso es terrible, porque la obra no la protagonizan tiranos, sino políticos elegidos democráticamente. Sin embargo, la sensación que produce es prácitcamente la misma. No hay escenas de tortura y crueldad descarnada, pero el pueblo -el Oso, según el presidente Nano Canedo- sigue siendo un objeto al que hay que controlar, engañar, manipular e incluso eliminar para mantenerse en el poder.
Ningún personaje se salva: ni el protagonista -un joven brillante y con ideas que vende su talento escribiendo discursos políticos al mejor postor, participa en una operación corrupta y es incapaz de ser leal ni a su propia familia ni a sus amantes-, ni Felipe -que al principio parece un joven idealista-, ni Cecilia -que algo esconde también-, ni por supuesto los políticos. Todos participan de una farsa en una Bolivia que, como su capital La Paz, vive hundida y asediada. Pero todos ellos, por desgracia, son también humanos, reconocibles y cercanos.

martes, 6 de mayo de 2008

Las lecturas de este curso

No sé si alguna vez volveré a tener la oportunidad con que este año la Fortuna me ha obsequiado de leer sin los agobios de un trabajo que consume tus energías y devora tu mente. Si a don Quijote la lectura le secó el cerebro, a mí, al contrario, leer me engrasa los resortes que la vida oxida.


Empecé en septiembre con Vivir para contarla, las memorias de García Márquez, un manual obligatorio para todo aquel que pretenda aprender a escribir.

Seguí con una novelita de Benedetti, La tregua, escrita con la deliciosa prosa de quien escribe versos tan cotidianos.

Más tarde, tuve la tentación de leer los cuentos de Woody Allen, Pura anarquía. Me parecieron pura palabrería: lo que convence en la pantalla no siempre funciona en el papel.

El viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda sorprende por su simplicidad, pero en algún pasaje llega a emocionar. Menos me gustó su otra novela Mundo del fin del mundo, lo que en cine se llamaría un thriller ecológico sobre la caza de ballenas en las costas chilenas por parte de malvados balleneros japoneses. El tema es demasiado complicado para la economía de recursos empleada por el autor.

Dos libros extraordinarios: Laura y Julio de Millás, una pequeña obra maestra sobre las personas y los espacios. Desde que la leí, veo las paredes de mi casa de otro modo. Y Una palabra tuya de Elvira Lindo. Realmente, las palabras de las dos protagonistas reproducidas con una habilidad sorprendente dibujan unos personajes inolvidables.

Un día de cólera, de Arturo Pérez Reverte me impresionó algo menos que su hermana mayor Cabo Trafalgar. Con todo, es de admirar, aunque no de envidiar, la maestría del autor por captar el intenso dramatismo de escenas de guerra.

La aventura del tocador de señoras y Mauricio, o las elecciones primarias de Eduardo Mendoza. La primera, divertida continuación de El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas, llega quizá a un punto que de tan hilarante llega a cansar. La segunda, en cambio, obra del Mendoza serio, te va atrapando conforme avanzas gracias a su prosa ingeniosa.

Trilogia de la huida de Dulce Chacón es una curiosa manera de ver la evolución de esta autora. El primer libro es sorprendentemente sintético, esquelético y de contenido previsible. El último, mucho más sugerente.

La lectura de Los hombres invisibles, de Mario Mendoza logró cautivarme. El protagonista es el arquetipo del hombre del siglo XXI, desencajado en el mundo que hemos creado pensando en nuestro bienestar y que es empujado hacia una huida a otro mundo más natural, fantástico y tal vez mítico. Al menos, yo me identifiqué con él.

La elegancia del erizo de Muriel Barbery consigue que aprecies más el país en el que vives. ¿Eso es un éxito de ventas en Francia? Yo tenía otro concepto de los franceses.

Por encima del mundo, de Paul Bowles, intrigante y angustiante. Cuando lo lees te das cuenta de que la novela de hoy está escrita para leer en el metro, a ratos perdidos y sin mucha atención. ¡Qué lástima!

Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas. De vez en cuando hay que superar complejos y leer aquellas obras que, no sabes por qué, nunca has tenido ocasión de leer. Lo disfruté y me sorprendió la frescura del narrador. No sé, esperaba una prosa más formal, más impersonal.

El turno del escriba de Graciela Montes y Ema Wolf. Le falta contenido para ser una buena novela histórica e intriga para ser un mal best seller. No convence.

Tu rostro mañana III de Javier Marías. Aún no sé cómo consigue este autor atraparme en los ingeniosos razonamientos de sus protagonistas. Una obra maestra, con más movimiento que las anteriores, aunque yo me quedo con su primer capítulo, en rigor, un breve diálogo que transcurre en pocas horas.

La hermana de Nupur, de Taslima Nasrin o cómo los cuentos de hombres malos -sobre todo si son de otras culturas; nosotros no somos así- que hacen desgraciadas a sus mujeres sigue vendiendo. No está mal, y si esto sirve para que las cosas cambien estoy dispuesto a no leer otro tipo de obras, pero, la verdad, el tema empieza a aburrirme.

Mandala de Pepa Roma tiene un planteamiento llamativo y resultón, aunque algunos pasajes se hacen demasiado repetitivos y perdían su interés.

El niño con el pijama de rayas, otro libro escrito para conmover con un tema ya profusamente empleado. Como novela infantil o juvenil, excelente.

Delirio de Laura Restrepo seduce por sus formas (diálogos, estructura...) más que por su temática (el delirio de la protagonista no me parece muy real). Sin embargo, el protagonista masculino me parece un personaje acertadísimo (hay muchos hombres como él), así como la atmósfera de ostentación, violencia, corrupción y miseria de la sociedad colombiana. Muy recomendable.

El fulgor de la pobreza de Luis Mateo Díez. No sé qué me pasa con este autor. Escribe muy bien, pero no consigue captar mi atención. Seguro que el problema es mío.

Un baile de máscaras, de Sergio Ramírez. Otro imitador de García Márquez. Me encantó (me encanta García Márquez, claro). Lástima que la edición mexicana era muy floja (papel envejecido prematuramente, letra pequeña, erratas evidentes...)

El ojo del halcón, de Luis Manuel Ruiz. ¡Cuántos escritores sueñan con escribir un best seller. Antigüedades egipcias, enigmas en que están implicados los ejércitos nazis, tipos duros que están al acecho del protagonista, mujeres atractivas que no son lo que parecen... Suerte que, al menos, el protagonista es un jubilado.

El lugar sin culpa de José María Merino. Primera novela que leo de este autor; a partir de ahora añadido a la lista de imprescindibles. Novela corta que plantea, con extraordinaria prosa, temas trascendentes (la huida, la etiquetación de lo que conocemos, las apariencias...).

El dueño del secreto de Antonio Muñoz Molina. Novela corta que me había pasado por alto y que, como todo lo que escribe este autor granadino, es un placer leer. Ya son varios los personajes del autor que me seducen por esa ingenuidad admirable.

La fiesta del chivo de Vargas Llosa. Otra obra maestra. Formidable retrato de la dictadura de Trujillo y de la camarilla que lo rodeaba. ¿Cómo puede este señor escribir obras tan complejas en tan poco tiempo?

El mundo de J.J. Millás. Primer premio planeta que leo. El autor lo vale y no decepciona. El personaje del Vitaminas y el recorrido que junto a él hace el protagonista por el barrio de los muertos es admirable. Otra novela que no parece novela. Habrá que volver a definir este concepto indefinible.

La canción de Dorotea de Rosa Regás. Segundo premio planeta que leo. Ya que la experiencia no fue mala me atreví con esta novela de Regás. La leí en poco tiempo (este último puente del 1 de mayo) y es que, realmente, sabe crear una atmósfera de misterio e intriga aunque en realidad, no hay ni asesinatos ni robos millonarios (sólo un hurto absurdo). Entretenida.