viernes, 22 de octubre de 2010


Historia del rey transparente, de Rosa Montero. Un placer de lectura. A pesar de estar bien documentada, no es la auténtica Edad Media la que trasluce de sus páginas. Es la Edad Media de los trovadores, del ciclo artúrico. Es la Edad Media a la que a uno le gustaría trasladarse si tuviera una máquina capaz de llevarte al lugar, real o imaginado, que uno quisiera. Aventuras, sentimientos e intriga, pero también abunda la novela en pensamientos lúcidos y sugerentes, de los que la autora ya ha dado muestras de poseer en muchos de sus artículos. Me quedo con este párrafo que reproduzco:
"Hablo de los placeres de la vida. Hablo de los bellos ideales de las damas y del amor cortés... Las mujeres estamos haciendo del mundo un lugar más hermoso... Gracias al empuje de las damas existen los torneos... ¿Y no son mejores y más caballerescos los torneos que las guerras? Pues a pesar de ello, la Iglesia los prohíbe. Gracias a las damas hay poesía y los libros han salido de los monasterios. Hoy los guerreros nos aman y nos reverencian, y para hacerse dignos de nosotras han abandonado sus costumbres bárbaras. Hoy un buen caballero no sólo tiene que ser un buen combatiente en el campo de justas, sino que, además, debe saber leer, y cantar versos, y lavarse y cortarse el pelo, y llevar las uñas limpias, y no enjugarse la grasa de los dedos en la camisa..."


Olor de colònia, de Sílvia Alcantara. Bé, és una història i està ben escrita. No es fa pesada, però tampoc em diu gaire cosa més. Sembla pensada per acabar convertint-se en una sèrie de TV3.


La noche que llegué al café Gijón, de Francisco Umbral. Quería leer hace tiempo a este personaje tan desagradable y elegí esta obra porque al tratarse de unas memorias, siempre me aseguraba alguna enseñanza. Debo reconocer que este señor sabe escribir. Sus combinaciones sintácticas son siempre novedosas, pero tanta descripción de pintores y poetas de segunda fila se hace algo monótona.


De los amores negados, de Ángela Becerra. ¡Buf! Cuando se escogen libros a ciegas, a veces ocurre esto. Tenía a mano el libro, recordaba haber oído hablar de la autora y se me ocurrió leerlo. Flojo, flojo, flojo. Y no tanto por cursi, que lo es, y mucho, sino por lo tópico, repetitivo, previsible y falto de gracia. Lo mejor es haberlo acabado